Nos guste más o menos, San Valentín ha llegado para quedarse.
Lo celebramos cada vez más, salimos a cenar y nos hacemos regalitos dulces, pero… ¿no tenéis curiosidad de como comenzó toda esta celebración del amor?
Si le contamos a un adolescente, enamorado y atolondrado, que San Valentín era primo hermano de Cupido y lanzaban flechas de amor juntos… Igual no se lo cree, pero te dirá que vale.
Si no le vemos muy convencido, cambiamos la versión y le decimos que era un pobre pintor desgraciado en amores, que vivió hace 50 años e inventó el símbolo del corazón para el amor… Le parecerá más probable.
Pero si le decimos que fue un sacerdote que en tiempos de los romanos se dedicaba a casar a aquellos a los que se les había prohibido hacerlo… te dirá que es imposible.
¿Como va a ser San Valentín una fiesta tan viejuna?
Pues si amigos, las buenas historias suelen tener muchos más años que nosotros, nuestros padres o bisabuelos. Y vamos a recordar esta porque merece la pena.
La fantástica y olvidada historia de San Valentín
San Valentín, antes de ser santo, comenzó siendo un sacerdote de lo más rebelde y temerario, ya sabéis que en tiempos de los romanos para ser cristiano era una condición imprescindible ser un valiente y loco a la vez. Pero es que además Valentín se empeñó en hacer algo que estaba prohibidísimo por el emperador: casar a los soldados.
El emperador Claudio II estaba convencido que un soldado sin familia, ni esposa ni hijos, sería el más fiel de los esbirros, el más devoto de los súbditos. Y es que, en esa época, siglo III d.C., no faltaban problemas en Roma, los bárbaros a las puertas, socavando defensas y recursos. Y los cristianos empeñados en una religión de lo más extraña y pacífica, ignorando a Júpiter y su pandilla, los dioses oficiales. Un ejército fiel era el instrumento ideal para mantener y dominar a una población rebelde y dividida.
Pero, ah, el emperador Claudio no contó con el AMOR.
No este amor facilón y cómodo actual de celebrar San Valentín regalando una caja rosa de bombones, sino el amor para correr el riesgo de casarse en las catacumbas de Roma, a escondidas de todos, con tu churri que se va a la guerra a la mañana siguiente.
Así se jugaba el pellejo San Valentín.
San Valentín, repartiendo amor y milagros
Pero se le acabó ejercer de casamentero al filo de la navaja cuando se enteró el juez Asterio y lo llevó a su presencia, acusándole de rebelión.
El juez, con su lógica aplastante, dijo que, si tan bueno era ese sacerdote Valentín porque no se dedicaba a otras buenas obras, que no estuvieran prohibidas. Por ejemplo, curar la ceguera de su hija, la del juez, ciega desde niña. Cuenta la tradición que así ocurrió, la joven recuperó la visión de forma milagrosa por la intervención de nuestro San Valentín que fue liberado acto seguido en muestra de agradecimiento.
Pero a nuestro protagonista le gustaba vivir al límite y como siguió sin obedecer los dictados del juez y casando soldados en secreto, acabó condenado a muerte y decapitado en la puerta Flaminia de Roma.
San Valentín y lo que nos gusta celebrar
El caso es que San Valentín se ha convertido en una excusa perfecta para celebrar, en este caso el amor y en algunos países la amistad, en su nombre.
Y ya sabemos lo que significa celebrar, disfrutar de un buen rato en compañía y comiendo bien y bebiendo mejor.
Pululan por la red ofertas del menú de San Valentín, algunas más afortunadas que otras. Este año como coincide con viernes es el día perfecto para hacer algo especial, festivo, divertido.
Pero no nos dejemos llevar solo por las apariencias, realmente esto de los menús temáticos no es una cosa muy de aquí, es más bien anglosajona, y si es un motivo para trabajar mejor y ofrecer cosas diferentes a nuestros clientes la adoptamos encantados.
Pero si es una excusa para propuestas sin ton ni son, con productos que no son de temporada o bajando la calidad de la materia prima no nos parece que sea muy estilo de lo que precisamente quiere este día.
Porque nos guste más o menos, como decíamos al principio, San Valentín es un día especial.
Un día para recordar y celebrar el amor en sus múltiples formas y la excusa que a veces nos obliga a reunirnos, cenar juntos y decir cosas bonitas y sinceras que deberíamos decir todo el año.
Creemos que ese sacerdote temerario y valiente, San Valentín, estaría muy sorprendido de en que se ha convertido este día y seguramente nos diría: «¡celebrarlo todos los días!»
Gracias por sus fotos a: Glen Carrie Dan Gold on Unsplash Nicola Fioravanti Unsplash